Siempre he soñado con ser un pez, porque dicen que los peces
no tienen memoria, y no pueden acordarse de nada. Y si no te acuerdas de nada,
puedes levantarte cada día y vivirlo todo, como si fuera la primera vez: la
primera canción, la primera vez que le viste, el primer beso, la primera vez
que moriste al hacerle el amor… Porque hay ciertos momentos mágicos como cuando
esa persona te toca, y sientes que te estorba hasta la piel. Que sales de ti,
que tu alma pide a gritos salir corriendo, esa sensación de plenitud infinita
al hacer el amor con alguien, hasta el punto de sentir que ya no existes. Ese
instante en el que podrías morir, porque sabes con toda certeza que jamás en la
vida volverás a sentir nada igual. Me gusta saber que hay cosas refugiadas
contra el olvido. Cosas por las que no pasa el tiempo, como esos mosquitos
atrapados en ámbar durante millones de años, el mundo sigue adelante, pero
ellos se quedan ahí atrapados para siempre. Como las fotos guardadas en una
caja de zapatos debajo de la cama, como esos secretos que no puedes contar
jamás. El recuerdo es el único paraíso del que no podemos ser expulsados. Hay
dos desgracias en la vida de todo ser humano; la primera es no tener a quien amar
con toda el alma, y la segunda tenerle.